Trump y la democracia norteamericana

Trump y la democracia norteamericana

endi.com
por Carlos E. Ramos González
jueves, 6 de abril de 2023

Trump y la democracia norteamericana

La acusación de una de las “personas más buscadas” en Estados Unidos es histórica. Es también singular. Por fin Donald Trump tendrá que responder por una de sus fechorías tras una vida en delincuencia sin acusaciones formales.

Con independencia del resultado final de esta acusación en particular, queda para la historia que el expresidente estuvo por unas horas bajo custodia, acusado formalmente y dejado en libertad bajo advertencias del poder judicial del estado de Nueva York. En comparación con las investigaciones criminales que tiene pendientes, esta acusación es de menor importancia. En esencia se le imputa falsificar documentos de forma repetida y fraudulenta para encubrir una actividad criminal que pretendía evitar que cierta información cierta pero adversa a su “reputación” llegara al votante en su campaña por la presidencia. Esto palidece frente a las investigaciones en curso vinculadas a sus intentos por fabricar votos en el estado de Georgia para robarse las elecciones. Mucho más grave es la que ejecuta el gobierno federal por su conducta relacionada con la apropiación ilegal de documentos públicos muy sensitivos y confidenciales o la investigación relacionada con su rol en el intento de “golpe de estado a la americana” del 6 de enero de 2021.

¿Cómo explicar que la democracia representativa norteamericana produzca y permita que una persona de esta calaña haya sido presidente y, aun con la acusación de esta semana, pueda aspirar a ser candidato nuevamente a dicho cargo? Algunas de las respuestas a esta interrogante radican en la naturaleza de su sistema electoral y la estructura de su diseño constitucional. Sin embargo, detrás de estas formas jurídicas, hay que recordar otras miradas que nos ayuden a explicar mejor lo que acontece.

Podemos tener las opiniones más críticas sobre la persona de Donald Trump. Ya casi se puede estipular que es racista, sexista, mentiroso, egocéntrico y creyente solo en el dios del dinero siempre que sea para sus intereses personales sin vocación alguna hacia el servicio público. Su comportamiento es tan indigno que muchas veces pensamos que es un humanoide. Sin embargo, desde el 2016 hasta hoy es respaldado por una parte importante del electorado norteamericano en general y del Partido Republicano en particular. ¿Por qué?

Una posible explicación es que luego del gobierno del presidente Barack Obama, el clasismo, racismo cultural y sexismo que permea en esa sociedad se sintieron verdaderamente amenazados. Al parecer, estos rasgos que definen a esa sociedad dejaron a un lado incluso a su gobierno permanente. Me refiero a ciertas instituciones públicas vitales que conforman ese gobierno como el FBI y otras agencias de seguridad pública que son objeto de ataque continuo por muchas de las personas que tienen estas creencias. La crisis económica que vive la sociedad de mercado, la cultura blanca anglosajona, misógina, neo-nacionalista, xenofóbica, y la glorificación de la violencia a través del culto a las armas, encontraron en Trump un portavoz.

Por lo tanto, recordemos que detrás y frente de este individuo está reflejada una sociedad muy enferma. La fila para sustituirlo es extensa porque las razones para el respaldo al “trumpismo” trascienden a la persona que los encarna. Basta mencionar al gobernador de Florida, Ron DeSantis. Tras respaldar este ideario en lo esencial, concentra sus esfuerzos más visibles en atacar y manipular el sistema educativo y ciertas manifestaciones de la cultura. Coacciona la libertad de expresión y lleva al límite la doctrina de separación de poderes. Intenta que los “valores” de Trump anclen de forma permanente en la cultura norteamericana.

Trump quizás tenga que rendir cuentas por sus fechorías. Pero las ideas que representa están más libres que nunca. Hay que seguir reflexionando sobre el futuro de la democracia norteamericana al menos como la conocemos hoy día.

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