La fuerza del control de EE.UU. en Puerto Rico
La fuerza del control de EE.UU. en Puerto Rico
¿Qué indicios hay de que pueda estar produciéndose un quiebre de la hegemonía de Estados Unidos sobre Puerto Rico? ¿O qué señales puede haber de que esa hegemonía se esté fortaleciendo? Por hegemonía me refiero a la condición de aceptación generalizada de la presencia, la influencia y el control estadounidenses sobre nosotros. No hay contestaciones claras.
Primero, la nueva visibilidad de Puerto Rico en Estados Unidos, como producto de la crisis fiscal y la devastación causada por el huracán María, puede ofrecer una oportunidad nueva de traer la cuestión puertorriqueña a la consideración de sectores influyentes de aquel país. Ese esfuerzo puede ser apoyado por la diáspora puertorriqueña, que ha demostrado un compromiso notable con los asuntos de su país de origen. Pero, está por verse qué tipos de reivindicaciones terminarán dominando esa atención.
Segundo, el discurso xenofóbico y racista del trumpismo no augura bien para los reclamos de estadidad para Puerto Rico. Sin embargo, tampoco debe pensarse que conducirá inevitablemente a la concesión de la independencia o de mayores poderes autonómicos. El presidente estadounidense ha hecho claro que su política es la de colocar primero los intereses de los Estados Unidos, según los entienden los sectores que lo sostienen en el poder. Tendría que convencerse de que salir de Puerto Rico es lo que más conviene a sus ambiciones y a los intereses del país que a él y los suyos les interesa construir.
En Puerto Rico, podríamos contar entre posibles indicadores de fisura en la hegemonía los siguientes. En primer lugar, la crisis fiscal y económica, con su secuela de medidas de austeridad impuestas por la Junta de Control Fiscal, pueden estar produciendo la sensación de que el estado benefactor asociado con la relación con Estados Unidos está llegando a su fin. Igual efecto puede tener el desencanto con la respuesta federal a la emergencia ocasionada por María.
La contundente develación del carácter descarnadamente colonial de la relación actual, como producto de Puerto Rico v. Sánchez Valle, Franklin v. Commonwealth y la ley Promesa, puede haber llevado a un creciente número de puertorriqueños al convencimiento de la necesidad de la descolonización.
Más aún, la conciencia de que ostentar la ciudadanía estadounidense no garantiza el bienestar, ni aquí ni allá, puede provocar que algunos se despojen de ciertos aspectos del mito de la ciudadanía que han sido claves para la reproducción de la hegemonía.
Sin embargo, también hay fuerzas que pueden empujar en la dirección contraria. El flujo masivo de puertorriqueños hacia los Estados Unidos tendrá efectos diversos. Entre ellos, no debe descartarse un amarre fuerte de los lazos entre la población puertorriqueña y las localidades a las que llegan, con la consecuencia de no poder imaginar sus vidas sin la conexión con los Estados Unidos.
Los fondos federalesdestinados a la reconstrucción pueden reavivar la creencia de que sin la ayuda económica de Estados Unidos, Puerto Rico no podría subsistir.
Debe notarse, finalmente, que María trajo consigo un renovado discurso sobre la ciudadanía estadounidense y su valor. El argumento principal, acá y allá, para criticar a la Administración Trump por la lentitud de su respuesta y la pobre asistencia e incompetencia de entidades federales como FEMA, consistió en señalar que se estaba discriminando contra los ciudadanos estadounidenses de Puerto Rico. Dejamos de ser simplemente seres humanos en una situación calamitosa para convertirnos en ciudadanos de Estados Unidos discriminados por el gobierno de ese país. Aunque pueda ser efectivo políticamente, hay que entender también que ese es un discurso ideológicamente transformador. Habrá que plantearse en qué medida María habrá sido un punto de inflexión en la construcción siempre fluida de las identidades puertorriqueñas.
Es necesario comprender las complejidades y contradicciones del contexto en que vivimos. Además, es importante no dejar que las preferencias ideológicas, el pensamiento mágico o el “wishful thinking” del que hablan los angloparlantes nos nublen el entendimiento. Es siempre bueno mirar la realidad de frente para atisbar y aprovechar mejor las posibilidades de cambio.
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