La banalidad: la otra crisis

La banalidad: la otra crisis

endi.com
por Efrén Rivera Ramos
martes, 16 de agosto de 2016

La banalidad: la otra crisis

Puerto Rico padece más de una crisis. La fiscal, resumida en la deuda impagable y en la dificultad para proveer servicios públicos necesarios. La económica, asentada en la producción exigua y en el desarrollo ausente. La política, evidenciada en la fragilidad de nuestra condición política y en la falta de liderazgo para transformarla. La social, que se manifiesta en la desigualdad pavorosa y en la inseguridad ciudadana. También la crisis demográfica, por el éxodo incontenible que nos deja sin recursos humanos, sin juventud y con enormes déficits de alegría.

Pero, además, nos azota una crisis poco comentada. La provocada por una explosión de palabras huecas, de análisis superficiales, de gritos que sustituyen los argumentos, de clichés que se repiten como si fueran verdades incuestionables, de generalidades sin fundamento, de especulaciones que se mercadean como hechos consumados, de acusaciones endebles que se lanzan sin decoro, de atropellos a la dignidad de los demás, que se revisten de una heroicidad imaginada.

Ese proceder – que adquiere carácter eminentemente público por la fuerza de los medios de comunicación tradicionales y las nuevas redes sociales– no ayuda demasiado a solventar las otras crisis. Las agudiza.

Andaba en estas cavilaciones cuando di con un texto profético que se publicó hace exactamente cincuenta años, en 1966, surgido de la pluma del crítico literario George Steiner, profesor de la Universidad de Cambridge y otras prestigiosas instituciones universitarias. El ensayo, titulado “El silencio y el poeta”, aborda lo que el autor consideraba el estado de la crítica literaria del momento. Sin embargo, su contenido puede trasponerse a la situación de la cultura en general así como al mundo de la comunicación popular. Steiner lo escribió pensando en el contexto europeo, pero lo que dijo puede albergar lecciones para nosotros. Por su vigencia reproduzco aquí, con ligera edición, un pasaje de ese escrito provocador.

“La proliferación de la verborrea en la investigación humanística” dice Steiner, “las trivialidades maquilladas de erudición… amenazan con obliterar la obra de arte y la exigente inmediatez del encuentro personal, base de toda crítica verdadera… También hablamos en exceso, con demasiada ligereza… convertimos en clichés de falsa certeza lo que era provisional, interino, y por consiguiente vivo en el hemisferio oscuro de la palabra. Vivimos en una cultura que es, de manera creciente, una gruta eólica del chismorreo; chismes que abarcan desde la teología y la política hasta una exhumación sin precedentes de las cuitas personales… Este mundo no terminará en llanto y crujir de dientes sino en un titular de periódicos, en un eslogan, en un novelón soez más ancho que los cedros del Líbano”.

Había un dejo de nostalgia en ese lamento. Como toda nostalgia, encerraba sus propios riesgos. Entre ellos, el del rechazo de lo nuevoo la defensa a ultranza de un mundo que ya no era ni podía ser tal como había sido. Pero también contenía una cierta fuerza descriptiva de algunos aspectos, al menos, de la condición contemporánea.

En el Puerto Rico de hoy, las redes sociales constituyen un medio extraordinario para colocar temas sobre la mesa y provocar reacciones de una inmediatez asombrosa. La radio, sobre todo, realiza contribuciones de importancia a la circulación de informaciones y juicios valiosos. También es imprescindible reconocer que ningún intento de censura sería defendible.

Pero no se debe pretender que lo que se hace circular banalmente, sin reflexión, sin aprecio alguno por la solidez de los datos esté, a su vez, exento de crítica. Por el contrario.

Todas las personas que tenemos acceso a los medios tan diversos de expresión existentes le debemos al país al menos un momento de reflexión sobre esta otra crisis.