Jaime Benítez, la UPR y el mundo

Jaime Benítez, la UPR y el mundo

Jaime Benítez, la UPR y el mundo

logo-endi_domain_2x29 de octubre de 2008
por Antonio García Padilla

Jaime Benítez, la UPR y el mundo

Una actitud de apertura al mundo es signo de madurez para cualquier sociedad.

En tiempos de la Segunda Guerra Mundial, una generación de puertorriqueños, algunos ligados al quehacer político, otros al cultural, a la educación o la economía, ampliaron miras e integraron a los proyectos puertorriqueños de modernización referencias y modelos internacionales que oxigenaron y nutrieron las energías nuestras.

El gesto no significó una devaluación de lo propio, sino todo lo contrario. Le dio nuevos bríos a nuestros talentos e instituciones. Dos de nuestros más admirados artistas, Julio Rosado del Valle y José Antonio torres Martinó, viajaron, becados por la Universidad, a una Europa que comenzaba a recuperarse de la brutal guerra. Su arte y su magisterio regresaron robustecidos a la tierra natal, tras recorrer los museos y los patrimonios culturales de Francia e Italia. Jaime Benítez era entonces el joven Rector de la Universidad de Puerto Rico. A menudo decía que Puerto Rico estaba en el Mar Caribe pero también en el Mediterráneo y el Egeo. A esa cartografía ampliada movió a la Universidad y, con ella, a Puerto Rico.

Asimismo, la Universidad comenzó a acoger a intelectuales, artistas y profesionales de valía provenientes de muchos países. Algunos huían de dictaduras y conflictos como Luis Arocena, Pedro Salinas o Guaroa Velázquez. Otros tuvieron en el nuestro una oportunidad excepcional para adelantar proyectos de modernización y servicio. Tal fue el caso de Henry Klumb, el arquitecto de la Universidad moderna, Jaime Benítez y la Universidad les brindaron cátedras y talleres, amistad y espacios de libertad para crear. Todavía hoy a sus 102 años, Francisco Ayala, que dirigió la Editorial de la Universidad, recuerda emocionado ese abrazo universitario.

Supimos, Universidad y país, superar reticencias para buscar balances del espíritu dentro de un desarrollo económico acelerado y en algunas ocasiones vertiginoso. Fue momento de verdadera ebullición fundacional en el cual revitalizamos instituciones viejas o creamos las nuevas que el tiempo demandaba. El nombre de Puerto Rico comenzó a figurar en circuitos musicales y literarios del mundo. Cuando aceptó en Estocolmo del Premio Nobel de Literatura otorgado en 1956 a Juan Ramón Jiménez, o cuando comisionó al mexicano Rufino Tamayo para que pintara el mural de entrada para nueva biblioteca, diseñada por Klumb, el rector Benítez condensó, sin merma los valores culturales idiosincráticos, el valor universal de la cultura.

Jaime Benítez entendió desde la Rectoría que la vitalidad de una universidad o de un país no se propicia en el aislamiento. El Coro de la Universidad emprendió giras que le ganaron aclamación en los escenarios más exigentes y comenzó asó una tradición que ha revalidado a lo largo de los años. Técnicos, planificadores, expertos en administración pública de la Universidad de Puerto Rico se desplazaron a África, América Latina, la India, Egipto y otras regiones en vías de desarrollo para compartir tecnologías y conocimientos del proceso de modernización. A su vez, la Universidad recibió a estudiantes que más tarde fueron parte de cuadros modernizadores de sociedades en todas las partes del mundo de la posguerra.

El centenario del nacimiento de Jaime Benítez, que se cumple hoy, se conmemora en la Universidad a través del año académico. Durante un año se auspiciarán actividades académicas y culturales en las que habrá de mirarse su pensamiento y sus ejecutorias desde muchas ópticas. Revisitar, con disposición crítica, pero sin cortapisas, su época, sus ideas y sus opciones es justo homenaje a un actor principal en procesos y coyunturas claves en la historia de la Universidad y del País.

La Universidad de Puerto Rico hoy se enfrenta a los nuevos desafíos que imponen los tiempos actuales. Ante ellos, el llamado de Benítez para abrirnos al mundo y salir a su encuentro, sin temor ni suspicacia, sigue siendo medular y tan válido e inspirador hoy como lo fue en su tiempo.