Historia de deformidades perfectas y la imposibilidad de la segunda muerte
Historia de deformidades perfectas y la imposibilidad de la segunda muerte: Reseña del libro del Dr. Carmelo Delgado Cintrón titulado Cien años de caricaturas políticas puertorriqueñaas (1898-1998)
Chloé S. Georas
Es un gran placer compartir con ustedes en ocasión de la presentación del libro de nuestro estimado y destacado colega, el Dr. Carmelo Delgado Cintrón, titulado Cien años de caricaturas políticas puertorriqueñas (1898-1998): La caricaturización del proceso político, editado por Ediciones Puerto en una edición bilingüe y anotada.[1] El pretexto de trabajar un tema tan fascinante siempre es bienvenido, por lo cual agradezco a la Academia Puertorriqueña de Jurisprudencia y Legislación y al profesor Delgado la invitación a presentar este libro.
No quiero comenzar la presentación del libro del profesor Delgado sin antes mencionar aspectos selectos de su carrera que explican la riqueza y profundidad de su más reciente contribución a la historia de Puerto Rico.
La pasión del Doctor Carmelo Delgado por el interfaz del Derecho y la Cultura se evidencian en sus cátedras en torno a Historia del Derecho, Historia Constitucional de Puerto Rico, Derecho y Literatura, y Cinematografía y Derecho, entre otros, en nuestra Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico. Es, además, miembro de la facultad graduada del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Fue Director Ejecutivo del Instituto de Cultura Puertorriqueña, Presidente de la Fundación de las Humanidades, miembro de la Junta de Directores del Ateneo Puertorriqueño y actualmente es miembro de la Junta de Síndicos del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Es académico de número de la Academia Puertorriqueña de la Historia, Academia Puertorriqueña de la Lengua Española y Academia Puertorriqueña de Jurisprudencia y Legislación, de la que fue durante años Director Ejecutivo, Secretario General y Editor. Podría continuar con mencionar otros aspectos de la carrera destacada del profesor Delgado, pero no quiero abrumarlos más de la cuenta.
Vayamos ahora a lo que nos concierne en esta noche: la presentación del libro Cien años de caricaturas políticas puertorriqueñas (1898-1998).
En el quehacer de crear este libro de historia el profesor Delgado oscila elegantemente entre diferentes llamados. Por un lado, oye el llamado de Charles Baudelaire para hacer “una obra gloriosa e importante” sobre la “historia general de la caricatura en sus relaciones con todos los hechos políticos y religiosos, graves o frívolos, relativos al espíritu nacional o a la moda, y que han agitado a la humanidad”.[2] Y, por otro lado, está atento a las advertencias provenientes de la cultura popular en África en torno a la existencia de dos muertes, en particular la muerte definitiva que es la segunda. La primera muerte trata de la desaparición física mientras que la segunda trata de cuando se desvanecen los recuerdos, memorias e historias de todos aquellos y aquellas que fueron contemporáneos de alguien que ya partió. Con este libro, el profesor Delgado adapta el llamado de Baudelaire al contexto puertorriqueño y, como buen historiador, imposibilita la segunda muerte de un legado de caricaturas políticas que, de lo contrario, hubiera pasado fácilmente al olvido definitivo.
De entrada, el libro nos muestra una labor encomiable y exhaustiva de investigación histórica que contextualiza el desarrollo de las caricaturas políticas de Puerto Rico en una historia más larga proveniente de múltiples genealogías desde fines del siglo XVI en Italia y haciendo un recorrido posterior por Inglaterra, Francia, España y Estados Unidos, aunque haciendo alusión a manifestaciones más tempranas de los egipcios, antiguos griegos y romanos. El libro no solo provee un análisis de la importancia del arte de las caricaturas, sino que ofrece una discusión teórica sobre sus significados a la luz de debates como aquellos desplegados en los escritos de Ernst Kris, Ernst Gombrich, Albert Shaw y Lawrence Streicher, entre muchos otros.
El libro va más allá de una mera labor de recopilación y sitúa la producción de caricaturas en un arco multidisciplinario amplio que posibilita apreciar su relevancia y valor para generaciones futuras. De esta manera, es una contribución crucial a la conservación del legado de este género de expresión artística y política en Puerto Rico. Según expresa el profesor Delgado: “Es mi interés que el lector, además de disfrutar de las caricaturas, se inicie en el conocimiento teórico, científico y la dinámica histórica y sociológica de esta gráfica satírica, pues ello le permitirá un juicio más informado, un mejor entendimiento y una comprensión cabal”.[3]
Como parte de exponer y dialogar con los múltiples acercamientos teóricos e históricos a la caricatura, el profesor Delgado nos ofrece una discusión extensa de lo que entiende son las condiciones principales de la caricatura. Discute 45 condiciones, así que necesariamente me cifraré en aquellos que considero más paridigmáticos.[4]
Uno de los hilos temáticos recurrentes en la definición de la caricatura es el proceso de revelar una verdad subyacente que la caricatura desenmascara a través de representar una “perfecta deformidad”,[5] entendida como el desfaz entre una representación “realista” de un sujeto y otra que opera en el terreno de las desemejanzas. Es precisamente en la transgresión de la deformación que se obtiene la “verdad de lo representado” y “permite la desmitificación y el desmonte de lo caricaturizado”, logrando entrever “su esencia”.[6] En palabras del profesor Delgado, “[e]l propósito y fin de esta forma de Arte es desenmascarar, descubrir, desnudar, sentimientos, acciones, ilusiones y deseos. Es por su conducto que podemos entender lo que ocurre”.[7]
Se asocia el acto de caricaturizar con el ejercicio de la libertad de expresión que socava los cimientos de regímenes opresivos y autoritarios[8]. Al estar abocado al desenmascaramiento de verdades subyacentes, se dirige a la subversión del orden establecido.[9] La caricatura, como resultado, se interpreta que tiene un efecto profiláctico en la medida que “el humor y la comicidad se usan como armas para conseguir impactar la sociedad y mejorarla”.[10] La agresión de la caricatura cumple una función social de interés público[11] en su búsqueda del saneamiento.[12]
El profesor Delgado también hace hincapié en la caricatura como fuente de ideología en tanto plasma “los sesgos ideológicos del caricaturista”[13] y ofrece el pulso “del estado y animo de la opinión pública” de la sociedad y lo representado en las caricaturas[14].
La caricatura posee valor patrimonial en tanto materializa visualmente las emociones, los sentimientos y valores de una época[15] y posibilita, de tal manera, la comprensión del “momento político y los complicados hechos históricos que destaca”[16] al igual que permite la transmisión de sus valores a otras sociedades[17]. Son retratos de los “ideales de una sociedad” que representan los “mores [y] las cuestiones más acendradas de la sociedad”.[18]
En cuanto a cómo opera el proceso de significación de la caricatura, el profesor Delgado sostiene que el código contenido en una caricatura:
[N]os transmite un mensaje sobre el representado y el proceso en que está inmerso. Es por ello que únicamente los contemporáneos que conocen íntimamente la realidad social y política pueden entenderla en toda su plenitud. Los demás lo entienden por el estudio de esa realidad. El código transmitido, del caricaturista al lector, permite un entendimiento real de una situación real.[19]
En sus entramados simbólicos, los caricaturistas se ven como portavoces del pueblo[20], cuyas caricaturas “están codificados y son descifrados por los contemporáneos que los entienden a la perfección”.[21]
Como pueden ver, el profesor Delgado nos ofrece un amplio acercamiento a la historia de las caricaturas y reúne una colección que será objeto de estudios posteriores de importancia para la interpretación y reinterpretación constante de la historia puertorriqueña.
Por mi parte, en lo que prosigue quiero hacer unos apuntes mínimos, para nada exhaustivos, de algunas preguntas y dilucidaciones que me suscitó la lectura de este libro tan evocador y sus teorizaciones, algunos relacionados con los debates tan controvertidos y desgarradores que han surgido a raíz de los sucesos recientes en París.
En el libro del profesor Delgado tenemos una tensión muy fértil entre dos planteamientos definitorios de la caricatura. Por un lado, está la visión de la caricatura como marcada por la develación de verdades y la transgresión de regímenes autoritarios y, por otro lado, como fuente de ideología que plasma los sesgos discursivos de una sociedad. Esta tensión puede ser examinada desde diferentes ángulos.
Por mi formación postestructuarlista y de estudios culturales en Historia del Arte, tengo ciertas diferencias y coincidencias con esta teorización de la caricatura. Veamos.
Para empezar, está la pregunta controvertida de si en efecto existe una verdad en el fondo de una representación, es decir, si la representación contiene de manera esencialista un significado único, universal y trascendental, aunque esté sujeto a un proceso de descubrimiento historiográfico por el pasar del tiempo.
Esta premisa de que existe una interpretación verdadera que corresponde a la esencia de un evento o una representación ha sido cuestionada desde aproximaciones postestructuralistas y de los estudios culturales que plantean que toda pretensión de esencia interpretativa es inestable dada la indecibilidad intrínseca del lenguaje y la representación. Cualquier acto de interpretación es inmanentemente ambiguo en la medida en que el significado no radica en el significante, imagen o representación, sino que el significado o el sentido radica en el espacio interpretativo y muy complejo de múltiples receptores, potencialmente contradictorios, que se intersecan en una representación. Las interpretaciones equívocas y la descontextualización señalan la naturaleza arbitraria y mediada de la construcción del significado a través del lenguaje.[22] Pero, más allá de estos planteamientos deconstructivos, los estudios culturales enriquecen el debate al no solo mirar cómo se producen significados dentro de sistemas de representación, sino que también se interesan en los efectos y consecuencias de la representación, es decir, sus implicaciones políticas en relaciones de poder que regulan conductas, constituyen subjetividades y definen las maneras en que ciertas cosas son representadas, pensadas, practicadas y estudiadas.[23]
Todo discurso humorístico, incluyendo el discurso de la caricatura, es interactivo y sus significados dependen de la construcción conjunta de los participantes, tanto el caricaturista como sus audiencias.[24] En el contexto de caricaturas racializadas, Stuart Hall plantea que la agresión simbólica de convertir una persona o un grupo en una “otredad” a través del humor y los estereotipos de la caricatura racial no pueden ser comprendidos fuera del contexto de la creación de una cohesión de grupo, es decir, son precisamente esos procesos de agresión los que constituyen una cohesión identitaria.[25] El humor compartido crea solidaridades sociales que en el proceso de identificar sujetos sociales con subjetividades afines también construye espacios de exclusión y otredad. Algunas caricaturas pretenden incluir a algunas personas en un humor compartido mientras excluyen a otras. Aunque el humor puede ser solidario y sensible, muchas veces reifica prejuicios pre-existentes en vez de invocar una subjetividad de humor democratizante e inclusiva.[26] De esta manera, el humor puede generar espacios de identificaciones contradictorias que coexisten.
Aunque coincido con el profesor Delgado en que caricaturas que transgreden las estructuras y discursos autoritarios de un régimen pueden ser profilácticas o saneadores, igualmente entiendo que pueden haber caricaturas que replican los valores racistas, sexistas o clasistas que marcan relaciones de poder desigual en un contexto social. Como resultado, me inclino hacia el lado de la definición de la caricatura del profesor Delgado como un proceso sesgado ideológicamente, al cual le añadiría el lenguaje de construcciones de “verdades,” unas en competencia con otras o unas más hegemónicas que otras más invisibilizadas. La caricatura, en vez de tratar del descubrimiento de verdades, nos sitúa frente al proceso contencioso de las construcciones de “verdades” por diferentes actores sociales.
En los eventos violentos e imperdonables acontecidos en París en torno a la revista Charlie Hebdo vemos como se articuló el conflicto como un choque civilizatorio, “clash of civilzations“, entre, por un extremo, la democracia occidental caracterizada por la libertad de expresión y el humanismo secular y, por el otro extremo, la blasfemia, la Islamophobia, la intolerancia religiosa y étnica, la insensibilidad y los males de la democracia y el secularismo occidental.[27]
Se ha pretendido representar a la revista “Charlie Hebdo” como un “equal opportunity caricaturist“, pero el historial no es tan inocente ni neutral. Gary Younge contextualiza bien el conflicto. Aunque claramente se trata de una transgresión al principio de la libertad de expresión:
[e]very country, including France, has limits on freedom of speech. In 2005 Le Monde was found guilty of “racist defamation” against Israel and the Jewish people. In 2008 a cartoonist at Charlie Hebdo was fired after refusing to apologise for making antisemitic remarks in a column. And two years before the Danish paper Jyllands-Posten published the cartoons of Muhammad in 2006, it rejected ones offering a light-hearted take on the resurrection of Christ for fear they would “provoke an outcry”
. . . .
Far from being “sacred”, as some have claimed, freedom of speech is always contingent. All societies draw lines, that are ill-defined, constantly shifting and continually debated, about what constitutes acceptable standards of public discourse when it comes to cultural, racial and religious sensitivities. The question is whether those lines count for Muslims too.[28]
Más aún, Francia, un país con una historia colonial cuyas continuidades racializadas y discriminatorias se hacen sentir en las entrañas de la metrópolis, tiene una relación muy conflictiva con las poblaciones provenientes de las ex-colonias, particularmente de ascendencia islámica que fueron punta de lanza en los procesos de desmantelamiento del imperio francés. Síntoma de los resentimientos históricos es que en el 2005 Francia pasa una ley sobre colonialismo cuyo Artículo 4 requería que los maestros de escuela superior enseñaran los “valores positivos” del colonialismo, particularmente en el norte de África.[29] Esto sería análogo a que en Estados Unidos se pasara una ley para que se representara positivamente la historia de la esclavitud.[30] Aunque luego en el 2006 se revocó dicho Artículo de la ley francesa, ilustra las continuidades profundas de las genealogías de dominación colonial que resurgen en el redibujo de las líneas imaginarias para distinguir e imaginar de manera maniquea las civilizaciones. Como bien plantea Gary Younge:
Today is the anniversary of the opening of Guantánamo Bay. Given the recent release of the US torture report or France’s role in resisting democratic change during the Arab spring, many of those who claim that this is a battle between liberty and barbarism have a foot in both camps[31].
Mientras grupos marginados sigan siendo el objeto repetido de caricaturas estereotipadas precisamente por ser marginados,[32] la pregunta difícil que me ha planteado este conflicto en París ha sido el uso imperial y propagandístico de la consigna de la “libertad de expresión” en el trazado del “clash of civilizations“. Por tanto, aún coincidiendo con el profesor Delgado en que la libertad de expresión es central a la definición de la caricatura, entiendo también que la libertad de expresión puede ser apropiada y desplegada de maneras contenciosas que replican lo peor de nuestras historias opresivas. En esta línea, Gillian Whitlock sostiene que:
The cartoon wars indicate that graphic art moves as a commodity in a global market across various econo-, ethno-, and ideoscapes, but at the same time they are a cautionary reminder that difference is not transcended or resolved in these transits, and visual images are processed within vastly different communities of interpretation, and easily co-opted as propaganda[33].
Un desarrollo que en particular me ha intrigado en el debate sobre caricaturas en contra de grupos o personas marginadas ha sido el desarrollo de la noción de “unlaughter” por Michael Billig, entendido como “a display of not laughing when laughter might otherwise be expected, hoped for or demanded” o como la sustitución de la risa por “mute outrage“,[34] por lo cual “unlaughter” puede ser socialmente significativo en la lucha en contra de formas de representación discriminatorias plasmadas en caricaturas.[35]
El libro del profesor Delgado contiene ejemplos excelentes de caricaturas que se apropian de estereotipos racistas, como lo son muchas de las caricaturas de Estados Unidos que dilucidan el contacto colonial en el contexto de políticas imperiales. Independientemente de las intencionalidades de los caricaturistas, dichas representaciones están sujetas a la interpretación de sus receptores, los cuales pueden participar de las premisas racistas de la iconografía visual de la caricatura o sentirse ofendidos y silenciados ante la misma.
La dificultad estriba en distinguir cuando una caricatura es subversiva y cuando es opresiva dada la ambigüedad inmanente del lenguaje y la representación. En otras palabras, cómo sabemos si una apropiación de un estereotipo racista o sexista, por ejemplo, es una apropiación subversiva que transgrede los imaginarios dominantes o si meramente reproduce las premisas racistas o sexistas subyacentes. El humor a veces puede implicar una crítica social o ser cómplice de formas dominantes en la cultura visual o ser indistinguible el uno del otro. Para Amy Adler, a quien le preocupa la censura de apropiaciones activistas de iconografías discriminatorias y defiende el uso de estereotipos racistas y sexistas u otros en el arte como parte de hacer una crítica social, entiende que
[T]here is no possibility of devising a system of leftist political censorship that could protect the subversive, activist use of hate speech and pornography. Intention and effect are ultimately disjointed. “Misinterpretation” is inevitable. Speech functions in multiple and contradictory ways. Leftists must therefore make a choice: they can adopt a system of censorship, or they can offer full protection to activism. They can’t do both[36].
El libro del profesor Delgado nos sitúa inevitablemente en el corazón de todos estos debates fascinantes. Sin duda provocará controversias necesarias y saludables en las discusiones neurálgicas de la libertad de expresión y la historia de la caricatura. Su libro suscita preguntas importantes que invitan a repensar nuestros posicionamientos teóricos y políticos. No se puede pedir más de un historiador de la envergadura del profesor Delgado sin ser injusto.
Gracias Carmelo, por escribir este libro con tanta dedicación y amplitud multidisciplinaria de intereses. Y, sobretodo, gracias por darme la oportunidad de pensar en temas que tanto me apasionan.
Notas al Calce
* Chloé S. Georas es Catedrática Asociada de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico donde combina sus formaciones en Derecho (J.D. de New York University School of Law y LL.M. de University of Ottawa) y Estudios Culturales/Historia del Arte (M.A. y estudios doctorales de State University of New York, Binghamton) para examinar las intersecciones complejas del derecho con nuevas tecnologías, género, historias coloniales, memoria cultural y arte.
[1] Carmelo Delgado Cintrón, Cien años de caricaturas políticas puertorriqueñas (1898-1998): La caricaturización del proceso político, 99 (Ediciones Puerto 2013).
[2] Id. en las págs. 90-91.
[3] Id. en la pág. 99.
[4] Id. en la pág. 75 (citando a Charles Baudelaire, Lo Cómico y la Caricatura, Carmen Santos trad., Madrid, 2da. Ed. 2001).
[5] Id. en la pág. 69.
[6] Según mencioné previamente, este análisis del profesor Delgado está en diálogo con pensadores de diferentes disciplinas y acercamientos que han analizado la caricatura.
[7] Id. en la pág. 99 (citando a Ernst Kris, Psicoanálisis y Arte, Buenos Aires, 211 (1955)).
[8] Id. en las págs. 80, 86 y 89.
[9] Id. en la pág. 96.
[10] Id. en la pág. 88.
[11] Id. en la pág. 89.
[12] Id. en la pág. 88.
[13] Id. en la pág. 90.
[14] Id. en la pág. 88.
[15] Id. en las págs. 78, 89 y 91.
[16] Id. en la pág. 92.
[17] Id. en la pág. 93.
[18] Id. en la pág. 93.
[19] Id. en la pág. 88.
[20] Id. en las págs. 83, 90 y 91.
[21] Id. en la pág. 88.
[22] Id.
[23] Id. en la pág. 90.
[24] Véase Stuart Hall, “The Work of Representation”, Representation: Cultural Representations and Signifying Practices (Stuart Hall ed., Sage Publications 1997).
[25] Id.
[26] Moira Smith, Humor, Unlaughter, and Boundary Maintenance, 122 J. Am. Folklore 148, 152 (2009).
[27] Véase Stuart Hall, “The Spectacle of the ‘Other’”, Representation: Cultural Representations and Signifying Practices (Stuart Hall ed., Sage Publications 1997).
[28] Véase Moira Smith, supra nota 27, en la pág. 162.
[29] Id. en la pág. 148. Aunque este escrito trata del conflicto suscitado en el 2006 por la publicación de caricaturas del profeta Muhammad en un periódico en Dinamarca, el análisis es también válido para el contexto reciente en París.
[30] Gary Younge, Charlie Hebdo: The Danger of Polarised Debate, The Guardian, 11 de enero de 2015, http://www.theguardian.com/commentisfree/2015/jan/11/charie-hebdo-danger-polarised-debate-paris-attacks.
[31] El Artículo 4 dispone lo siguiente: Les programmes de recherche universitaire accordent à l’histoire de la présence française outre-mer, notamment en Afrique du Nord, la place qu’elle mérite. Les programmes scolaires reconnaissent en particulier le rôle positif de la présence française outre-mer, notamment en Afrique du Nord, et accordent à l’histoire et aux sacrifices des combattants de l’armée française issus de ces territoires la place éminente à laquelle ils ont droit. La coopération permettant la mise en relation des sources orales et écrites disponibles en France et à l’étranger est encouragée.
Ley sobre el reconocimiento de la nación y la contribución nacional a favor de los franceses repatriados, Art. 4 de la Ley Núm. 2005-158 del 23 de febrero de 2005, disponible en http://www.legifrance.gouv.fr/affichTexte.do?cidTexte=JORFTEXT 000000444898&dateTexte=&categorieLien=id
[32] Véase Entreveista con Gilbert Achcar, profesor de la Universidad de Londres, Escuela de Estudios Orientales y Africanos, (9 de enero de 2015) disponible en http://www.democracynow.org/2015/1/9/gilbert_achcar_on_the_clash_of
(“[T]he fact that you have had some young French citizen from Algerian background in the last few years behaving, I mean, in such extremist and fanatical forms, as we have seen, is something to be related also to the overall racism and Islamophobia that are quite, I would say, pervasive in French society, in French media. And this is a country that has not really cleared, you know, its memory—I mean, its past, the problem of its past, its colonial past. In France in 2005, the Parliament voted a law requiring that in the schools it should be taught—I mean, what should be taught is the positive role of colonialism in Africa, North Africa and sub-Saharan Africa. Imagine. Imagine in the United States a law asking schools to teach the positive role of slavery. This is quite, I mean, unimaginable.”) (última visita 9 de febrero de 2015).
[33] Gary Younge, supra nota 30.
[34] Moira Smith, supra nota 25, en la pág. 161.
[35] Gillian Whitlock, Autographics: The Seeing “I” of the Comics, 52 MFS Mod. Fiction Stud. 965, 970 (2006).
[36] Michael Billig. Laughter and Ridicule: Towards a Social Critique of Humour 192, 194 (2005).
[37] Moira Smith, supra nota 25, en la pág. 150.
[38] Amy Adler, What’s Left?: Hate Speech, Pornography, and the Problem for Artistic Expression, 84 Cal. L. Rev. 1499, 1572 (1996).