En Torno a los Procesos Legislativos: A una Década…

En Torno a los Procesos Legislativos: A una Década…

En Torno a los Procesos Legislativos: A una Década de la Nueva Dominación 1898-1908*

Carmelo Delgado Cintrón**

El Presidente de nuestra corporación académica, el Decano Emérito de Derecho, licenciado Antonio García Padilla, me ha solicitado que presente ante ustedes el tomo de las Actas de la Cámara de Delegados de Puerto Rico correspondiente a los años de 1907-1908. Nuestra institución, consciente de la importancia del historial legislativo para poder conocer y estudiar las leyes y otras medidas radicadas y aprobadas por esa cámara electiva, cuerpo co-legislador de la Asamblea Legislativa, junto con el Consejo Ejecutivo se ha encargado de divulgar esos contenidos que permanecían inéditos. El régimen gubernamental que estuvo vigente hasta 1917 nunca pudo localizar fondos para la impresión de las referidas Actas, que por ley eran documentos públicos y por ello estar disponibles para consultarlos de ser necesario y para cumplir con la ficción legal de que nuestro pueblo estuviese informado. Ciertamente la publicación y divulgación de actas legislativas, leyes y resoluciones conjuntas y otros acuerdos es imperioso para cualquier régimen. No olvidemos que Carlos IV no publicó la pragmática sanción de 1789 que suprimía la ley sálica (Auto Acordado del 10 de mayo de 1713) que permitía a las mujeres heredar la corona. Hecho de que se valió Fernando VII, publicándola entonces, para imponer en 1830 a su primogénita Isabel como Reina de España y excluir a su hermano el Infante Carlos María Isidro, iniciándose las guerras carlistas a la muerte del rey en 1833. Vemos como la publicidad de la legislación y las incidencias parlamentarias son fundamentales y pueden ocasionar serios contratiempos.

Así mismo en estos congresos la dinámica legislativa lleva los trabajos por distintos vericuetos y resultados que inicialmente no se propusieron. Recordemos, por ejemplo, que en las Cortes ordinarias y extraordinarias convocadas en 1810 en Cádiz para la reforma del Estado español y la proclamación de Fernando como rey, enfrentándose a los designios del Emperador, luego de convocadas se dedicaron, además, a legislar una constitución proclamada en 1812. Siendo la primera Constitución española siguiendo las directrices de los pensadores franceses y paradigmas estadounidenses. Sin embargo, el Pueblo español no respaldó tales reformas ni esa carta fundamental, prefiriendo las antiguas leyes fundamentales, que desde el Fuero Juzgo y las Partidas, constituían los reinos. El Rey Fernando VII y el Pueblo español descartaron la Constitución gaditana que era el proyecto de los Diputados doceañistas, minorías profesionales interesadas en sus proyectos. Fernando VII afirmó el talante absoluto de la monarquía, así lo realizó el monarca a su regreso de Bayona de Francia y acabó con esos procesos constitucionales. En realidad la modernidad, el urbanismo, el cambio social y la reforma política se encontraban en el Estatuto o Constitución de Bayona, de 1808, dictada por el Emperador Napoleón Bonaparte, para ser el marco jurídico-constitucional del Rey José I Bonaparte, injustamente llamado Pepe Botella, solo porque era extranjero. Este monarca francés probó y se reconoce como un buen Rey. Con relación a la convocatoria en Filadelfia de una convención constituyente en 1787 con el único propósito de enmendar y reformar los Artículos de la Confederación vigentes, esa asamblea descartó ese fin y procedió a aprobar una Constitución federal para la cual no tenía mandato. Quien observa estos eventos históricos tiene que comprender que esos fueron los hechos y esos los contenidos parlamentarios históricos, podremos ejercer la crítica y comentarlos aportando nuevas luces para su entendimiento, pero no podemos cambiar las sustancias y esencias históricas.

Muchas cuestiones pueden suceder y suceden con las Asambleas Legislativas y Parlamentos, recordemos que en Cádiz se adoptó el unicameralismo, que probó ser fallido, pues otorgó a esa sola cámara todos los poderes y creó serios problemas políticos y de convivencia partidista lesionando el proceso legislativo y a la corona. Don Francisco Martínez de la Rosa como primer secretario de Estado del despacho hizo aprobar en 1834 una carta constitucional otorgada que prácticamente reformaba la rediviva Constitución de Cádiz en cuanto al poder legislativo, declarando legalmente la bicameralidad. De esta forma se estableció el Estamento de los Próceres, cámara alta por designación real y el Estamento de los Procuradores por elección, sufragio censatario indirecto en dos niveles. Aunque los poderes de estas dos cámaras eran limitados y recortados, los Procuradores usaron de los debates parlamentarios como caja de resonancia, pues los diarios y periódicos reportaban todo lo que en esas cámaras se debatía y discutía y por ello fueron muy efectivos.

Recordemos que las Actas del Consejo Ejecutivo se publicaron en lengua inglesa en sus días. Sabemos que las inéditas Actas de la Cámara de Delegados se archivaron entorpeciendo a los interesados su examen. Como sabemos, décadas después se microfilmaron, estando disponibles muchas de estos tomos para investigadores y especialistas en alguna biblioteca, archivo o centro documental. Triste destino sufrieron las Actas del estamento electo, pues fuera de los investigadores y especialistas privilegiados, nadie podía consultarlas. Así, la Academia las pone a disposición de todos. Ese récord legislativo hay que complementarlo con los resúmenes de los debates que se publicaron en diversos periódicos y diarios, que se conservan, y con otras fuentes históricas, documentales, literarias y bibliográficas, para poder discernir esas ocurrencias lo más cerca posible de los hechos, y los procesos parlamentarios de esos tres lustros y dos años tan importantes e interesantes de nuestra historia.

Los dos años de sesiones de la Cámara de Delegados de Puerto Rico, 1907 y 1908, culminan la primera década de la dominación de Estados Unidos en Puerto Rico, 1898-1908. El sistema institucional establecido por el Congreso de Estados Unidos, en cuanto al gobierno y el poder legislativo, responde a la desconfianza, suspicacia y muy pobre opinión que tenían en Washington sobre la educación política y cultural de los puertorriqueños, incluyendo a las elites, así como también sobre la instrucción pública del país, pues por ejemplo, nunca se estableció una universidad en la Isla durante los quinientos años de dominación española. Esta situación afectará la composición social y los contenidos ideológicos y de clase de los que estudian y ejercerían las profesiones liberales y otras. La mayoría de los integrantes de la abogacía, la medicina, ingeniería, arquitectura y otras profesiones provienen de las familias adineradas o con medios y los escasos estudiantes de las clases económicamente deprimidas que lograron estudiar en su momento se debió a los esfuerzos de personas e instituciones como el Padre Rufo Fernández y otros, así como la diputación Provincial u otras instituciones que limitadamente les becaron para realizar estudios en Caracas, Santo Domingo, Estados Unidos, Cuba y las Universidades españolas. El Ateneo intentará paliar esta gran injusticia y desigualdad y falta de oportunidades para la gran mayoría de la población.

Ciertamente, la tasa de analfabetismo en Puerto Rico en 1899 es del 83.2% de la totalidad poblacional de 953,243 habitantes según el censo federal de 1900. Ello confirmó y dio pábulo a la referida actitud sobre la falta de educación en la Isla. Si a ello se le añade la forma y manera de gobernar a Puerto Rico por las autoridades españolas el cuadro queda completo. Sin embargo, la historia de nuestro país ofrece numerosas instancias de civilidad, educación política y madurez. Esta pobre opinión sobre las capacidades intelectivas y cultura política de los puertorriqueños se extendió también a los cubanos. El cónsul de Estados Unidos en La Habana, Adam Badeau, en un memorando confidencial de 23 de octubre de 1886, aseguraba al presidente de Estados Unidos que:

“los cubanos eran un pueblo mezclado racialmente, heterogéneo, sin conocimientos del sistema republicano de gobierno y la mayoría de ellos ajenos a la religión cristiana y a la civilización moderna”.[1]

Es conocido que el elemento racial es un componente importante en estos sucesos históricos.[2] Esta opinión consular desconoce que en La Habana funcionaban dos instituciones universitarias, la Universidad Literaria de La Habana y el Seminario de San Carlos, además de otras corporaciones académicas y rasgos culturales. Esa fue una de las excusas esgrimidas para imponerle a Cuba la nefasta Enmienda Platt como parte de la Constitución de la República de Cuba, mediatizándola. De esta forma se permitieron bajo el manto del Derecho Constitucional las intervenciones de Estados Unidos en los asuntos internos y externos de esa nación, aparentemente soberana.[3]

Si eso hicieron las autoridades federales estadounidenses, con Cuba, que tenía funcionando desde 1892, el primer partido revolucionario del mundo; desde 1895 una revolución en marcha con su ejército insurgente combatiendo efectivamente a los españoles; una República en Armas; dos cartas fundamentales, la Constitución de Jimaguayú y la Constitución de La Yaya y un gobierno revolucionario con delegaciones internacionales e importantes contactos continuos en centros académicos y de poder en los propios Estados Unidos, que no harán e impondrán a Puerto Rico. La pequeña Antilla carecía de todos estos elementos, contactos y asideros políticos, sociales, militares y revolucionarios que antes hemos mencionado.

Otros hechos condicionaron también las actitudes y comportamientos políticos gubernamentales y específicamente los parlamentarios en el nuevo régimen territorial. El hecho de que grandes sectores mayoritarios del Pueblo puertorriqueño recibieran de forma jubilosa y obsequiosa a las tropas invasoras creyendo la mayoría que traerían riquezas sin fin y grandes oportunidades materiales matizó sus futuras actuaciones y desempeños. Ya lo ha dicho el teórico de la guerra, el General Carl von Clausewitz, que: No hay invasión si no hay resistencia y lucha”. Cuán diferentes se comportaron las masas puertorriqueñas en 1797 cuando se produjo la invasión inglesa. Ahora, entre el 25 de julio y el 12 de agosto de 1898 esas nuevas generaciones nativas tuvieron un comportamiento muy distinto frente al invasor. A esos efectos don Mariano Abril afirmó en el diario La Democracia, de 31 de enero de 1916, que:

           ¿Cree mi amigo el Dr. Manuel Guzmán Rodríguez, que si la labor intelectual de Hostos hubiera influido poderosamente en el país, nuestro pueblo no tendría más carácter, más civismo y más patriotismo? ¿Puede un Pueblo que ha dado ante el dominador espectáculos tan tristes de humillación y servilismo, llamarse ‘discípulo de Hostos’ sin injuriar la memoria del Maestro.[4]

Abril vivió el momento histórico del ’98 y atestigua los hechos, sin embargo, no es el único. Más duro fue el Dr. Manuel Guzmán Rodríguez que le llamó en la prensa, “Pueblo degenerado y cobarde”.

Veamos el relato histórico desde la perspectiva de una historiadora contemporánea. La doctora Irene Fernández Aponte narra según su perspectiva, la realidad del recibimiento de aquellas tropas, dice que:

En muchos lugares, las bandas musicales salie­ron a la calle y su música se hizo escuchar por toda la pobla­ción. También hubo flores esparcidas al paso de las tropas norteamericanas. Recibían en grande a aquellos hom­bres altos, rubios, bien uniforma­dos, cuyas botas lustrosas retumbaban con poder sobre el suelo borincano. Paladín de la libertad, era la esperanza de la independencia tan de­seada, aunque senti­mientos encontrados bullían en las mentes y los corazones de los que vivieron la experiencia del momento. Había mucho temor, a la vez que curiosidad y es­pejismos ingenuos.[5]

Un periódico contemporáneo de los hechos, el diario La Correspondencia de Puerto Rico de 21 de agosto de 1898, informaba en una noticia los sucesos ocurridos en el municipio de Guayama al entrar las tropas e izarse la bandera de Estados Unidos: “hombres y mujeres se ponían de rodillas para adorar a los sol­dados”. El periódico editorializaba manifestando que: “Debiéndonos a la infor­mación imparcial y completa, no lo oculta­mos, aunque, nos duela que la actitud del país no resulte más reservada y más altiva”.[6]

El periódico mayagüezano El Vesuvius, de 15 de septiembre de 1898, se manifiesta duramente sobre Puerto Rico, estos acontecimientos y los deseos de un sector de convertir a Puerto Rico en un Estado federal. Expresa editorialmente El Vesuvius que:

Piensan y gritan los ilusos, que este país, cuna de todas las inmorali­dades y nido de todas las desvergüenzas, está en condiciones de ser un miembro de la gran república continental. Bárbaros. Porque no os fijáis en lo que somos y hemos sido siempre . . . . Serviles por temperamento hemos permanecido de ro­dillas ante los opresores rindiéndole culto y besando la cadena de la esclavitud. Cuando pudimos demostrar que teníamos un alma digna y un corazón enérgico, nos escudamos, para seguir siendo esclavos toda la vida, con la imposibilidad del vencimiento. Y ahora trata­mos a fuerza de gritos y desplantes, de probar que te­nemos entereza y valor. Provocando la risa de nuestros conquis­tadores.[7]

El Dr. Fernando Picó expresa:

            Lo que más sorprende al que investiga las fuentes documentales de 1898 es el grado de participa­ción popular y la euforia que parece reinar en la mayor parte de la Isla a raíz de la inva­sión… No es una celebración por la llegada de los americanos . . . sino . . . por el derroca­miento del estado español en Puerto Rico.[8]

Esta actitud repercutió en los círculos de poder de Estados Unidos, veamos la opinión de un influyente senador federal Henry M. Teller (Colorado), quien expresó públicamente que “No me gusta el pueblo puertorri­queño; no son combativos, como los cubanos; estu­vieron someti­dos a la ti­ranía española du­rante centena­res de años sin mostrarse beligerantes y oponérseles. Tal raza es in­digna de la ciuda­danía”.[9]

Opinión distinta tenía el Reverendo Dr. Henry K. Carroll, destacado miembro de la Iglesia Episcopal designado por el Presidente William McKinley para que preparara un Informe sobre las condiciones de Puerto Rico y le sometiera recomendaciones.[10] Este, quien celebró numerosas audiencias públicas tenía una buena opinión de los puertorriqueños con relación a su aptitud para gobernarse. Carroll entendía que los habitantes de Puerto Rico estaban capacitados para ejercer el tipo y clase de gobierno que esperaban. Que durante siglos habían tenido pocas oportunidades de probar sus habilidades y virtudes para el gobierno propio. Los encontraba el comisionado Carroll de ‘quick in intellectual apprehension‘ y que no era un pueblo dado a la violencia. Por supuesto, que todas estas observaciones han de tenerse en cuenta, cuando evaluemos y estudiemos el tipo de gobierno que se nos impuso, el poder legislativo que ha de funcionar durante el régimen Foraker y los contenidos ideológicos de los Delegados que emergen de sus propuestas, los temas y los debates. Las Actas nos permiten inquirir sobre las clases sociales y las profesiones que usufructuaron la política y el menguado poder en el nuevo régimen territorial, así como las temáticas y asuntos que por entonces tenían interés en presentar y argumentar. Eugenio María de Hostos quien regresa de su exilio, de unos cuarenta y ocho años, el 24 de septiembre de 1898, opina sobre esas clases sociales que detentarán la mínima parcela de poder que las autoridades les permitieron, que:

A fuerza de enviciados por el coloniaje, ni aún los hombres más cultos de Puerto Rico (y son muchos más de los que el patriotismo tenía derecho de esperar después de una dominación tan desastrosa como la española), se deciden a tener iniciativa para nada, ni a contar por completo consigo mismos, ni a dejar de esperarlo todo de los representantes del poder.[11]

El antes citado periodista y figurante político don Mariano Abril había profetizado, seis años antes del ’98, lo siguiente:

Con la anexión a los Estados Unidos ¿Qué conseguiríamos? Cam­biar de dolor y nada más. Seguiríamos siendo colonias explota­das…Pensar que los yankees han de darnos todas sus libertades y todo su progreso por nuestra bonita cara, es pensar cebada. Nos darán, sí, aquellas libertades adecuadas a nuestra cultura a cambio de una explota­ción amplia y segura.[12]

La Cámara de Delegados electa y los cinco miembros del Consejo Ejecutivo designados eran los únicos foros oficiales que tenían para exponer sus ideas las clases políticas que detentaban el poder proveniente del régimen de dominación anterior y que se manifestaban por conducto de ambos partidos y por supuesto los proyectos presentados resumían aquella ideología de clase e intereses. No importa que el estado del país sea ruinoso y abunde la pobreza y el analfabetismo, ya lo señalaba el periódico satírico, La Bruja, de 29 de mayo de 1898, unos meses antes de la invasión:

Que el País está cayéndose de puro ruinoso; que el hambre nos echa un dogal al cuello; que nadie tiene una peseta; que los parásitos aumentan e invaden el café, la plaza y las tabernas; que una tajada de jamón es vellocino de oro; que el arroz parado es una hipótesis: ¿Quién lo duda?

Ya lo dijo el jurista revolucionario José Martí, “¡Cómo si cada época pudiera dar de si más ni menos de lo que en si lleva!”

Sigamos: El Gobernador Militar, Brigadier George W. Davis, opinó sobre la única elección que se celebró durante los años del Gobierno Militar (1898-1900), expresó que “Resulta melancólico reflexionar que no hay un solo caso en que la raza hispánica, en virtud de un ejercicio honrado de la franquicia electoral, haya podido establecer y mantener un gobierno adecuado, en que se garantice y se dote de iguales derechos, privilegios y responsabilidades a todos”.[13]

Escribía el Secretario de la Guerra, antiguo abogado corporacionista de Wall Street, asesor del First National City Bank de Nueva York, gestor de la emisión de bonos para Cuba y banquero, Elihu Root en su Informe Anual de 1899 que:

El pueblo no ha sido educado en las artes del gobierno propio, o en el ejercicio de cualquier gobierno honesto. Los puertorriqueños, como colectividad, nunca han aprendido las lecciones fundamentales y esenciales de la obediencia a las decisiones de las mayorías . . . no será útil prepararles una constitución y un marco jurídico, lo más perfecta, y decirles que vivan bajo esta legalidad. Inevitablemente fracasarán si no están bajo la tutela de una dirección enérgica, con un gobernante e instituciones que los dirija por un tiempo prolongado. Teniendo en cuenta su capacidad natural, estamos esperanzados, de que aprenderán eventualmente a gobernarse. La forma de gobierno que se debe proveer a Puerto Rico tiene que tener como base la clase de administración gubernamental a la que estamos acostumbrados con la posible participación de los puertorriqueños, esperando que la inexperiencia de estos no lo haga inefectivo. De esta manera tendrán la oportunidad de demostrarnos que pueden incrementar su capacidad de gobernarse a si mismos.[14]

El antes mencionado Gobernador Davis no circunscribirá sus expresiones a las elecciones de los cien días. Enuncia que:

[L]a mayoría de los puertorriqueños no tienen preparación para el gobierno propio del mismo modo que los indios de nuestras reservaciones no la tienen… los puertorriqueños son ciertamente muy inferiores en lo social, intelectual e industrial a los chinos, a quienes por muy buenas razones se les prohíbe desembarcar en nuestras playas.[15]

Hostos también entendía que los puertorriqueños necesitaban de la conducción benevolente de los norteamericanos, y lo afirmaba porque entendía que se hace parecer a los puertorriqueños “como una masa inerte que se deja estar donde la ponen o se deja llevar por la corriente”[16] recordemos que el mayagüezano reverenciaba a las instituciones estadounidenses. Citemos sus palabras: “pueda nuestra Isla quedar temporalmente, hasta que se eduque en el uso del self-government, bajo el patrocinio de la Unión americana”.[17] Hostos plantea que:

El cambio de bandera no ha podido bastar para que de súbito pasemos de españoles a ser americanos. Lo necesario es cambiar de ideas, de hábitos, de costumbres, de vida, aprove­chando el ejemplo del pueblo que hemos tomado por maes­tro, y usufructuando sus instituciones políticas, económicas, administrativas y culturales, hasta el punto de asemejarnos a ellos en cuanto el trabajo, el gobierno, la educación y la cultura general pueden contribuir a hacer semejantes a dos sociedades de tan distinto origen.[18]

Inmediatamente propone la norte americanización de los puertorriqueños.

Estas circunstancias condicionaron el proyecto de ley de 1900. Una Asamblea Legislativa bicameral, integrada por un senado o cámara alta bajo la titularidad de Consejo Ejecutivo. El Consejo Ejecutivo estaba compuesto de once legisladores, seis de los cuales ejercen a la misma vez como comisionados o secretarios del gabinete gubernamental y cinco habitantes nativos. El otro estamento, la Cámara de Delegados se compone de miembros representativos de los habitantes por circunscripciones electorales y sirven por dos años. Quiere decir, que las elecciones eran perennes y las discordancias y desavenencias político-partidistas eran continuas. Desde los orígenes del régimen norteamericano en Puerto Rico surgieron las discrepancias en que se dividen los antiguos liberales reformistas, devenidos luego en autonomistas y divididos a fines de siglo por el pacto muñocista-sagastino, ahora encontrados en liberales-fusionistas y autonomistas-ortodoxos, reconvertidos en dos organizaciones anexionistas de diversos énfasis, el Partido Republicano Portorriqueño y el Partido Federal Americano, hasta asentarse eventualmente, pocos años después, en Republicanos y Unionistas, después de 1904 y hasta la Alianza.

La verdad es que el perfil de los militantes de ambos partidos se asemejan, abundando los abogados, empresarios, comerciantes, médicos, estancieros, industriales y otros profesionales de las elites. El liderato medio y alto de ambos partidos proceden de comunes vivencias, no olvidemos, como antes señalé que los comienzos y muchos de los rasgos, intereses, propósitos y ambiciones eran similares con unas pocas diferencias, usualmente en cuando a la final condición política, la norte americanización y el manejo y relaciones con los norteamericanos.

Estas consideraciones y el hecho, claro y manifiesto, de que en los parlamentos, Asambleas Nacionales, Legislaturas, las Cortes y en otros cuerpos parlamentarios se discuten y se debaten intereses y proposiciones que al Pueblo no le interesan y están en desacuerdo con éstas, nos ofrece un cuadro de ese estamento. Es el lugar, donde los intereses económicos, políticos, privilegios de clase y de otra naturaleza tienen acomodos y negociaciones y donde la retórica y la oratoria hueca y rimbombante ruge continuamente. El Dr. Fernando Picó, plantea en su prólogo a este tomo que estos legisladores o delegados, eran: “Maravillosos prohombres, elocuentes, desprendidos de intereses particulares la mayor parte de las veces, ídolos de las multitudes fervorosas, paladines de la palabra enjundiosa, pero casi todos pertenecientes a élites municipales y profesionales celosas de sus privilegios heredados y ambiciosas de prerrogativas y prebendas”.[19] Continúa el profesor Picó, expresando que: “Peroraban, estos leguleyos, y la gente se seguía muriendo sino ya de anemia, de tuberculosis, de infecciones, de enfermedades respiratorias, de desnutrición”.[20] Recordemos que esos Delegados de 1900 en adelante son muchos de ellos participantes de una tradición oratoria que se inició en las Cortes de Cádiz en 1810, cuando don Agustín Argüelles, El Divino, llamado así por su flamígera oratoria, arrobaba a los Diputados, mientras la nación combatía a sangre y fuego a los franceses y se cometían barbaridades. Luego el profesor Picó compara las actuaciones de los delegados y el tenor de sus proyectos, “lo que ellos creían que eran los asuntos vitales del país: la protección del café, la construcción de escuelas, carreteras y puentes para sus municipios, el fomento del pequeño comercio, los estudios universitarios en el Norte de jóvenes considerados prometedores”.[21] Nos habla sobre el lento proceso de modernización, americanización y urbanización en que Puerto Rico se enfrascaba y sus paralelismos con los temas legislativos. Así como las contradicciones que emergían de ese proceso. Se expresa el prologuista sobre del papel desempeñado por los Delegados, examina los proyectos de ley, estadísticas, visiones de futuro y los conflictos entre ambas cámaras, el Partido Unión, su liderato y sus masas y de inclusión en la historia política de todos sus componentes.

Notas al Calce

* Presentación del tomo de las Actas de la Cámara de Delegados de Puerto Rico: 1907-1908, auspiciada por la Academia Puertorriqueña de Jurisprudencia y Legislación, realizada el 11 de marzo de 2015 en la Biblioteca del Tribunal Supremo de Puerto Rico.

** El doctor Carmelo Delgado Cintrón es Catedrático de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico y Académico de número de la Academia Puertorriqueña de Jurisprudencia y Legislación; Académico de número de la Academia Puertorriqueña de la Historia y Académico de número de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española. Ha sido Director del Instituto de Cultura Puertorriqueña y Director de la Biblioteca de Derecho de la Universidad de Puerto Rico. Su libro más reciente es Imperialismo Jurídico Norteamericano en Puerto Rico: 1898-2015, San Juan: Ediciones Gaviota, 2015. Su dirección electrónica es: [email protected].

[1] Memorando de Adam Badeau al Presidente de los Estados Unidos (23 de octubre de 1886).

[2] Véase Eric T. Love, race over Empire: Racism and American Imperialism (2004). El clima racial se debatía en dife­rentes frentes y cuestiones. Es interesante, por ejemplo, un artículo escrito en 1896 por Winston S. Churchill publicado en la revista, The Saturday Review. En él, Churchill lla­maba la atención del peligro de que se estableciese en Cuba, de ganar los insurgentes, una república negra. Dice Churchill que: “A grave danger represents itself. Two-fifths of the insurgents in the field are Negroes. These men . . . would, in the event of success, demand a pre­dominant share in the government of the country . . . the result being, after years of fighting, anot­her black republic.

[3] Afirma en carta el General Leonard Wood, Gobernador Militar de Cuba, a Theodore Roosevelt: “There is, of course, little or no independence left Cuba under the Platt Amendment.

[4] Mariano Abril, La Democracia, 31 de enero de 1916.

[5] Irene Fernández Torres, El Cambio de Soberanía en Puerto Rico 54 (1992).

[6] Luis Muñoz Rivera, presidente del gobierno autonómico en 1898, dice del recibimiento, en una entrevista del New York Tribune: “La isla acogió al ejército invasor entre demostraciones de júbilo, que con­sideré prematuras; la más elemen­tal discreción aconsejaba una re­serva digna y noble, en tanto se manifestase, por actos y palabras, el pensamiento de los le­gisladores de Washington. Y sólo me explico aque­llas demostraciones al recor­dar la tradición democrática, el carácter ex­pansivo, la grandiosa prosperidad de los Estados Unidos, que influyen con enorme fuerza sugestiva en el espíritu impresionable de nuestras masas populares”.

[7] El Vesuvius, 15 de septiembre de 1898, en las págs. 175-176.

[8] Fernando Picó, La revolución puertorriqueña de 1898: la necesidad de un nuevo paradigma para entender el 98 puertorriqueño, 10 Historia y Sociedad 7-22 (1998). Véase además Louis A. Pérez, Jr., The War of 1898: The United States and Cuba in History and Historiography (1998). Picó escribió una columna periodística titulada The uncritical mind, en el diario The San Juan Star de 17 de enero de 1984 donde afirma que: “Muchos lectores se equivocaron y aceptaron el texto (Seva) como verídico. Se llegó al punto de que profesores de historia compraban copias extras para distribuirlas entre sus colegas. . . .El primer impulso que uno siente es deseos de reírse de la increíble ingenuidad que se requiere para poder confundir semejante ficción con un hecho histórico. Pero todo este asunto está cargado de una triste ironía”. [El autor quería compartir con nosotros] la verdad que revela toda buena ficción, la verdad sobre nosotros mismos: “[e]n ese sentido, Seva debe compararse con ‘Zelig’ de Woody Allen.”

[9] Véanse III Luis Muñoz Rivera, Obras Completas 275 (1925); III Loida Figueroa, Breve Historia de Puerto Rico 257 (1970).

[10] Véase Henry K. Carroll, Report on the Island of Puerto Rico (1899).

[11] V Eugenio María de Hostos, Puerto Rico Madre Isla: Obras Completas 13 (1969).

[12] Mariano Abril, La Democracia, edición núm. 963 (1892).

[13] George W. Davis, Report on Civil Affairs 45 (1899)

[14] Elihu Root, Report of the Secretary of War 26-29 (1899).

[15] George M. Fowles, Down in Puerto Rico 142-143 (1906).

[16] V Eugenio María de Hostos, Puerto Rico Madre isla: Obras Completas 81 (1969).

[17] Id. en la pág. 272.

[18] Id. en la pág. 33. He aquí otro de los rasgos de Hostos que el Juez Emilio del Toro Cuebas admiraba y por lo cual propiciaba la figura de Hostos.

[19] Fernando Picó, Prólogo de la Actas de la Cámara de Delegados de Puerto Rico: Primera y Segunda Sesiones de la Cuarta Asamblea Legislativa 5-6 (Academia Puertorriqueña de Jurisprudencia y Legislación ed., 2014) (1907-1908).

[20] Id. en la pág.6.

[21] Id. en la pág.6.