Distinciones académicas de la UPR: la cultura nos redime de la sumisión colonial
por Carmelo Delgado Cintrón
lunes, 14 de marzo de 2022
Distinciones académicas de la UPR: la cultura nos redime de la sumisión colonial
“Puerto Rico, igual y dialécticamente (en sus contraposiciones e interacciones) ha estado luchando por ser –propio y suyo– desde su génesis criolla en el siglo 16.”
Francisco Moscoso
El rector de Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, Dr. Luis A. Ferrao Delgado, presidió el otorgamiento de distinciones a destacados miembros de la comunidad académica y dos doctorados honoris causa. Este reconocimiento fue discernido a Carmen Acevedo Lucío, quien dirige el Coro y la Coralia de la UPR-RP y Ada Monzón Lloreda, egresada de ese Recinto y primera meteoróloga puertorriqueña. Fueron reconocidos con la titularidad máxima académica de Profesoras y Profesores Eméritos, en distintos actos en el Teatro, los catedráticos Luce López-Baralt, “por su gran trayectoria y aportaciones en las humanidades”, Demetrio Fernández Quiñones, de la Escuela de Derecho, y a tres distinguidos miembros de la Facultad de Comunicación e Información, Silvia Álvarez Curbelo, Magali García Ramis, y Nelson Sabolín Bonilla. Se indica que: “El Coro de Exalumnos, dirigido por Francisco Luis Ortiz, y Coralia, dirigido en esta ocasión por Jesús Rodríguez -bajo la tutela de Acevedo Lucío- tuvieron sus respectivas interpretaciones musicales durante el primer evento. Mientras en la segunda ceremonia la Tuna de la UPR tuvo a cargo la participación musical, así como la clausura del evento con la interpretación musical del himno de la institución”.
Cuando comencé mi carrera como abogado la inicié en el viejo Departamento de Justicia entonces dirigido por el joven jurista don Rafael Hernández Colón, sito en la calle de La Fortaleza, en el antiguo edificio del Palacio Rojo, sede del Segundo Cabo, o vice gobernador de Puerto Rico, al costado del Palacio de Santa Catalina. Tuve el privilegio de laborar con distinguidos abogadas y abogados, que a fines de los sesenta trabajaban allí. Ahora quiero recordar a las abogadas, licenciadas Miriam Naveira Merly, Emma Cardona de López Baralt, Lady Alfonso de Cumpiano, Igry Rivera y Consuelo Burgos, hermana de Julia de Burgos. Doña Emma C. López Baralt, culta abogada, madre de Luce y Mercedes, de cierta manera está presente en la ceremonia académica antes mencionada, junto al ilustre jurista don José López Baralt.
Como profesor de Derecho, con cincuenta años de docencia, en nuestra Escuela de Derecho, me parece que el reconocimiento al Profesor Demetrio (Demi) Fernández Quiñones enorgullece a toda la comunidad jurídica pues reconoce una vida dedicada al saber jurídico y cultural, los deportes y la práctica del Derecho Laboral. El Doctorado Honoris Causa concedido a doña Carmen Acevedo Lucío, reconoce su entrega total al Coro de la Universidad de Puerto Rico, a Coralia y trae a mi memoria el recuerdo imperecedero del jurista, psicólogo y destacado miembro de ese Coro universitario, el Dr. Francisco O’Neill Susoni, muy estimado amigo y colega de luchas culturales.
Tuve el privilegio de compartir con Paquito O’Neill, cuando desempeñé, por invitación suya y de don Ricardo E. Alegría Gallardo el cargo de Director Ejecutivo del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP) a principios de 1992. Tiempos difíciles aquellos. Terminaba la administración del gobernador don Rafael Hernández Colón, que tantas buenas iniciativas tomó en pro de la cultura nacional, la defensa y aprecio de la lengua castellana y que propició diversas acciones para colocar a Puerto Rico y sus valores en el mundo hispanoamericano, nuestra comunidad histórica. Por ello Puerto Rico, colectivamente, recibió el prestigioso “Premio Príncipe de Asturias,” después de la declaración oficial del idioma español castellano como lengua oficial de Puerto Rico. Años aquellos de emocionantes triunfos nacionales e internacionales. Cuando en España se supo la noticia de esa declaración oficial de la lengua castellana en Puerto Rico, las campanas de templos y alcaldías tocaron a rebato, pues como dijo el distinguido puertorriqueño don Vicente Balbás Capó hace más cien años, un pueblo de la raza, volvía por sus raíces y reafirmaba su amor por su lengua natural, el idioma español y su comunidad histórica. Aquí raza la uso en el sentido martiano o albizuista, de fragua de diversas nacionalidades y culturas, no en el sentido estadounidense de color de piel.
Al aceptar la invitación de la Junta de Directores del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP), que presidía don Francisco O’Neill Susoni, se inició entre nosotros una sólida amistad basada en ideales comunes como el respeto de la dignidad humana, nuestra firme creencia en la valía de la cultura nacional puertorriqueña, que como expresó en su delicioso libro, Las Espigas del Sembrador. Un Tributo a la Memoria de Augusto Rodríguez (Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 2007), no somos ni menos ni más que otras nacionalidades, somos sus iguales. Creyentes ambos, en la elaboración de una obra patria, desde y para la cultura, en todas sus manifestaciones. El autor de este bien escrito libro, el Doctor O’Neill, cita un escrito del Maestro Augusto Rodríguez, titulado: “Tanteando una cultura musical puertorriqueña”, donde se dice: “Ante todo seremos nosotros, sabremos ser nosotros en un arte inteligible a todos los hombres, en un arte que nos redima de la sumisión colonial.”
Los años que compartimos juntos, el Presidente de la Junta O’ Neill Susoni y el Director Ejecutivo Delgado Cintrón fueron difíciles, teniendo que enfrentarnos con diversos problemas, pues si la administración de don Rafael Hernández Colón fue de afirmaciones y logros en el plano cultural, la nueva administración del Doctor Pedro Roselló se dedicó a desmantelar lo hecho y tratar de asimilarnos. Se presentó un proyecto de Ley para declarar el idioma inglés, co-oficial con nuestra lengua nacional, el idioma español. Ni los más duros anexionistas de los novecientos se atrevieron a ello. Ante el reto combatimos y nos dedicamos con muchos buenos puertorriqueños a la defensa de nuestra lengua natural en la Asamblea Legislativa, la Marcha del Idioma y otras iniciativas. Todo fue infructuoso, el doctor Roselló hizo aprobar la ley de los dos idiomas, que en realidad es letra muerta, pues por un lado van leyes y por otro nuestro pueblo orgulloso de su nacionalidad, cultura y tradiciones. También se deshizo, vendiéndolo por una bicoca el bello Pabellón de Puerto Rico construido para orgullo nuestro en la Feria de Sevilla. La semilla no murió y hoy en día más que nunca vibra lo puertorriqueño. Ejemplo de ello fue la publicación de este libro de Paquito O’Neill sobre la gesta patriótica y universitaria de Augusto Rodríguez como Director y alma del Coro de la Universidad de Puerto Rico.
El trabajo diario, pues Paquito y este Director Ejecutivo, nos veíamos continuamente en las oficinas me llevó a comprender la extraordinaria calidad humana de Paquito O’Neill, conocer de sus firmes ideales en defensa de la cultura nacional, saber de su equilibrada visión de lo que constituye un ente cultural en una sociedad dependiente, como es el Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP). El trabajo administrativo y cultural fluyó, pues ambos somos seguidores de la rica tradición del Instituto, de fomento, estímulo y defensa de los rasgos y valores culturales de la Nación Puertorriqueña, sin exclusiones ni discrímenes, como así lo estableció el fundador, mi querido Maestro del salón de clases, don Ricardo E. Alegría Gallardo. Debo destacar que O’Neill Susoni poseía un fino sentido del humor que nos permitía soportar el trabajo duro que realizábamos, contra viento y marea, en aquella época de hostilidades provenientes del propio Gobierno de Puerto Rico, tan diferente a nosotros.
Puedo afirmar, como estudioso de nuestra cultura y bibliografía, jurídica, histórica y cultural que Francisco O’Neill Susoni ha escrito un libro único en su clase. Va más allá de lo que promete el título, pues es un relato riguroso, ameno e interesante de una época, que no ha sido estudiada de esa manera. Solamente un testigo, un participante, puede escribir el relato que nos ofrece Paquito. Testigos fueron muchos, podemos decir que 43, don Augusto y los cuarenta y dos del Coro que viajaron a Estados Unidos para plasmar con el reto de cantar en el extranjero la conversión de un coro universitario en una institución que tiene que ser tomada en serio por su calidad, aportaciones y fines. El autor narra con elegancia, hombría de bien y señorío todo el entresijo humano, artístico, histórico y político de una época fundamental de la historia patria. Con buen gusto, humor nos habla de las relaciones de don Augusto Rodríguez, con la juventud universitaria. Juventud esta, dispuesta a cualquier sacrificio por participar en el Coro de la Universidad de puerto Rico que bajo la dirección de don Augusto formaba parte de las piezas que componen el proyecto histórico dirigido a lograr nuestra descolonización y conservación de los rasgos culturales que nos caracterizan como nación caribeña y latinoamericana. No se trata de la música por la música, don Augusto Rodríguez buscaba a través del Coro de la Universidad de Puerto Rico lograr convertir a estudiantes en hombres y mujeres forjados en la disciplina férrea del arte, del canto, de la música, de los estudios y de la puertorriqueñidad. A tenor con ello dice don Francisco Arriví en su escrito titulado “Impresiones sobre la vida y pasión del Coro” que, “…solamente con fe en las potencialidades de nuestra esencia puertorriqueña vencerán a ese invisible ejercito de enemigos que le saldrán al paso:”
Todo el libro de Paquito O’Neill Susoni es un mentís a las llamadas inferioridades del puertorriqueño, y un canto a nuestras virtudes como nación, nuestra valía como pueblo, y la reciedumbre de nuestra espiritualidad. Somos puertorriqueños y a orgullo lo tenemos. El doctor Francisco O’Neill Susoni logra captar con maestría una historia, más bien, una gesta, que aunque conocida por los miembros del Coro, y otros universitarios, permanecía inédita. La importancia del Maestro Augusto Rodríguez, y el Coro de la Universidad de Puerto Rico, en las luchas por la conservación de cultura puertorriqueña. Desde lo nuestro autóctono se proyectó a la cultura universal demostrando la reciedumbre de lo nuestro. Don Augusto Rodríguez durante su dirección demostró su ascendencia sobre la juventud universitaria, a la que trataba con férrea disciplina, queriendo imbuirles amor por lo nuestro. Así como la proyección de lo nuestro a otros lugares para que supiesen que aquí late, vive, sufre y goza el buen borincano que quiere y desea participar en las reuniones culturales y políticas de las naciones como una en igualdad y poderes. Uno intuye en el libro de O’Neill Susoni el gran cariño de don Augusto Rodríguez sentía por todo lo nuestro, pero también por sus Coristas y el amor de estos por el Maestro. El relato de Paquito agarra al lector que quiere más, vivimos las andanzas de los miembros del Coro: las noches del Chicken Inn, las serenatas por las calles de Santa Rita, el Pensionado, el Hogar Masónico, y tantas cosas y sitios ya idos, pero con nosotros gracias a la narración de Paquito. Ciertamente el Coro de la Universidad de puerto Rico es cantera de buenos ciudadanos que han distinguido y distinguen en todas las profesiones.
En estos tiempos de incertidumbres la ingente obra que realizaron don Augusto Rodríguez, don Francisco O’Neill Susoni y ha continuado doña Carmen Acevedo Lucío, quien ha dirigido el Coro y la Coralia de la UPR-RP; nos ofrece la prueba fehaciente, por ser histórica y verdadera, de la épica del Maestro Augusto Rodríguez y sus discípulos quienes junto al Coro de la Universidad de Puerto Rico demuestra la fortaleza de nuestro carácter, la profundidad de nuestros saberes y la hondura de nuestro ser. El Dr. O’Neill Susoni nos invita en la última página de su libro “a seguir cantando el himno de juventud, amor y libertad para la Universidad y la patria puertorriqueña”.
Carmelo Delgado Cintrón es catedrático de la Escuela de Derecho, UPR, ha sido Director Ejecutivo del Instituto de Cultura Puertorriqueña, Director de la Editorial de la Universidad de Puerto Rico, Académico de Número de la Academia Puertorriqueña de la Historia, Académico de Número de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española y Académico de Número de la Academia Puertorriqueña de Jurisprudencia y Legislación.
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