El derecho puertorriqueño ha llevado una vida azarosa. Ha tenido momentos de esplendor y tiempos de opacidad, eras de navegación relativamente tranquila y segura y épocas de travesía riesgosa e incierta. Tanto albur, tanto viajar por mares diversos, muchas veces sin brújula, tanto intento de sortear corrientes dispares, han dejado su huella.