Actas de la Cámara de Delegados de Puerto Rico
Primera y Segunda Sesiones de la
Cuarta Asamblea Legislativa 1907 – 1908
San Juan de Puerto Rico
2014
Mensaje del Presidente de la Cámara de Representantes
Asamblea Legislativa de Puerto Rico
Hon. Jaime Perelló Borrás
Decía Martí, al momento de tomar la pluma para establecer un panegírico sobre el Libertador de la América de habla hispana, que de Bolívar solo puede hablarse parado sobre un yunque o un pedestal. Hoy, al encontrarme frente a ustedes recibiendo las Actas correspondientes a la Cuarta Asamblea Legislativa de la Cámara de Delegados, no puedo sentir menos que el temor que sintió el patriota cubano al referirse a Bolívar. Estas, compañeros, son las Actas correspondientes al inicio de la presidencia de nuestro insigne patriota José De Diego. Ya sabíamos, por esa deuda histórica que tiene nuestro país con el libro de la doctora Delma Arrigoitia, “José de Diego, el Legislador”, de las cualidades discursivas del Caballero de la Raza. Sin embargo, al momento de preparar estas palabras y dar lectura a estas Actas, me sorprendió la parquedad de las mismas para toda referencia de sus trabajos, excepción hecha a los momentos en los que se hacía referencia a las intervenciones de José de Diego, en donde las anotaciones del escriba que preparaba estas Actas, eran todas de elogio a los discursos del prócer, y los altos panegíricos con los que se exalta la figura del Caballero de la Raza. Les refiero pues, a todos ustedes, que estoy consciente del alto honor que me ha sido conferido al referirme a las Actas que dan cuenta de ese momento histórico.
Tenemos ante nosotros las Actas de la Cuarta Asamblea Legislativa de la Cámara de Delegados. Nos presentan, en sus escuetas líneas descriptivas, la delicada situación política de principios del siglo pasado, a la par que nos brindan un ejemplo de consistencia legislativa a favor de los intereses del país. Aun abarcando solamente un bienio, dos años como Asamblea, tal como se disponía por la ley constituyente de entonces, la ley Foraker, y aun cuando tuvo que conducir sus trabajos bajo las disposiciones administrativas de dos gobernadores, Beekman Winthrop y Regis H. Post, esta Cámara de Delegados mantuvo su línea de trabajo inalterable en cada instancia. Las dos figuras que tuvieron la responsabilidad de dirigir los trabajos de esta Cámara, don Francisco de Paula Acuña los primeros tres meses de 1907, y luego José de Diego, dirigieron, ambos sus esfuerzos, a la consecución del ideario administrativo del partido Unionista que, fundado algunos años antes, en 1904, abogaba por la unión de todos los puertorriqueños como requisito previo a cualquier petición a la metrópolis norteamericana. y estas Actas dan fe de ese ideario de unión entre todos los puertorriqueños.
Estas son la Actas de la Cuarta Asamblea Legislativa de la Cámara de Delegados. Nos mueven, en sus escuetas líneas descriptivas, a la gratitud. Esta Asamblea fue la que permitió que la legislatura de Puerto Rico hoy tuviera una casa, y con ella, el país entero. La Cámara en la que el patricio Luis Muñoz Rivera comisionó, en 1907, a través del HB 84, y cito, “la creación de un edificio insular que se llamará Capitolio de Puerto Rico”; la Cámara que en enero 15 de 1908 creó la Comisión que seleccionaría los posibles lugares para establecer el edificio y que calificó, a través de esa Comisión, los planos de esta estructura proveyendo para que fuera posible lo que muchos apostaban que no lo era: que el diseño del Capitolio fuera realizado por arquitectos puertorriqueños.
Estas son la Actas de la Cuarta Asamblea Legislativa de la Cámara de Delegados. Nos llaman, en sus escuetas líneas descriptivas, a la responsabilidad. Y esto es algo en lo que debe repararse. La ley Foraker, como saben, no proveía para la autonomía fiscal de la isla. La intervención de la Cámara de Delegados en aquel entonces se limitaba a la aprobación del presupuesto sometido por el gobernador. Y digo a la aprobación, porque aún no había ocurrido desaprobación alguna de un presupuesto; eso habría de esperar todavía al año 1909. Y, por si fuera poco, la selección de los miembros de esa Cámara respondía a las leyes electorales que dictara el Consejo Ejecutivo, así como dependían sus proyectos de la aprobación de los miembros de este Consejo. En otras palabras, una Cámara que no pocas se encontró entre la espada… y la espada. Pues bien, fue esta Cámara la que recomendó enmendar la ley del 8 de marzo de 1906, a fin de que la emisión de bonos pudiera ascender hasta la cantidad de un millón de dólares para solventar los gastos de funcionamiento del país. Una Cámara valiente que le decía al gobernador de turno, y con él al presidente de Estados Unidos que lo nombraba, la cantidad sugerida no basta, y proponía la emisión de la suma de un millón de dólares, considerable en aquel entonces, pero necesaria ante la situación que padecía la isla. Entre paréntesis, para quienes quieran revisar la equivalencia de esa cantidad hoy día, les indico que, conforme al índice de inflación actual esto correspondería a la cantidad de 24 millones 263 mil 769 dólares con 52 centavos, y les puedo indicar el portal de equivalencia inflacionaria del que he extraído el dato. Pero era una Cámara valiente en la defensa de los intereses del país.
Estas son la Actas de la Cuarta Asamblea Legislativa de la Cámara de Delegados. Nos incluyen el Informe que rindiera José De Diego a la Cámara tras su visita a los Estados Unidos, y este informe debe ser comentado. A los que participamos del ejercicio gubernamental nos muestra lo meticulosos y detallados que debemos ser en aquellas encomiendas que nos da el país para realizar tareas fuera de la isla. Y miren si este informe fue detallado, que se extendió durante las sesiones del 27, 28 y 29 de enero de 1908, tres sesiones, a fin de que todos los Delegados estuvieran al tanto de todas y cada una de las gestiones del señor Presidente de la Cámara fuera de la isla.
Nos habla también este informe de la nobleza política a la que estamos obligados todos si queremos servir al país más allá de cualquier interés personal. En su viaje a la metrópolis José de Diego se entrevistó con el presidente Theodore Roosevelt y nos enseñó, en una lección que aún debe aprenderse, que los puertorriqueños debemos marchar unidos por el bien del país, y no entorpecernos unos a otros en nuestros pasos. De Diego no fue a atacar, sino a adelantar causas. Los problemas de la isla consistían, le expresa De Diego al Presidente Roosevelt, no en diferendos personales entre su persona o ninguna otra con el entonces gobernador de la isla, Regis H. Post, sino en cuestiones ideológicas contra un régimen que confundía los poderes Legislativo y Ejecutivo de tal manera que lesionaba la voluntad de la isla. Estas Actas nos hablan de la nobleza política de decir la verdad, como cuando le manifiesta De Diego al Presidente de los Estados Unidos que es el gobierno norteamericano quien propiciaba el que la isla fuera una colonia.
Como expresión curiosa que debe destacarse, en este informe José de Diego, y cito de las Actas del 29 de enero de 1908, “Adelantó sus impresiones de que la necesidad militar que se avecinaba, así como la apertura del Canal de Panamá, propiciarían que se diera la ciudadanía a la isla en el lustro comprendido de 1915 a 1920.” Como ustedes saben, la concesión de la ciudadanía americana a los puertorriqueños se dio en los mismos momentos, y en las mismas circunstancias que había vaticinado De Diego. Vean la capacidad preveedora del entonces Presidente de la Cámara.
Estas son las Actas de la Cuarta Asamblea Legislativa de la Cámara de Delegados. Nos dan ejemplo de lo que debe ser un análisis legislativo ponderado, en el que las medidas legislativas se discutían, y aquí podría citar prácticamente de todas las sesiones, “sección por sección”. Una Cámara de múltiples intereses. En su sesión del día 11 de febrero de 1907 estas Actas hablan de la autorización concedida al Municipio de San Juan para otorgar 60 mil dólares “para la inmediata construcción de una barriada de casas para obreros” en lo que es nuestra barriada contigua, Puerta de Tierra. Nos hablan, a través del H.B. 59, del primer atisbo de autonomía municipal del país tras el nuevo régimen, al otorgársele a los municipios el poder de hacer sus compras. Y por si fuera poco, nos enseñan que cada legislación es hija de su tiempo y de la necesidad que la demanda. El H.B. 33, por ejemplo, trataba de lo siguiente: “Los conductores de carros tirados por bueyes, deberán usar solamente vara o garrocha con punta de metal, siempre que esta punta o aguijón sea de forma cónica…”, y por ahí prosigue la medida para asegurarse que el trato a estos animales fuera uno compasivo en todo momento. Inocua como pareciera esta legislación, no tengo la menor duda de que representaba un punto de avance en su época.
Estas son las Actas de la Cuarta Asamblea Legislativa. Unas Actas de líneas escuetas, directas, y acaso frías, como deben ser estos documentos, pero cuya lectura cuidadosa nos estremece en ocasiones. Las Actas del día 14 lee: “En la Ciudad de San Juan de Puerto Rico a las diez de la mañana del día catorce de Enero de mil novecientos ocho se reunieron en Asamblea Conjunta la Cámara de Delegados y el Consejo Ejecutivo en el Teatro Municipal de esta Ciudad. Le declaró abierta la Sesión por el Honorable Rafael Del Valle, Presidente pro-tempore del Consejo Ejecutivo.” Repito, “Declaró abierta la sesión el Honorable Rafael Del Valle, Presidente pro-tempore del Consejo Ejecutivo.” Pues bien, esas no eran las disposiciones del Código político, las que permitían la presidencia del Speaker cameral José de Diego durante la sesión conjunta. Pero las Actas nos dicen que no solo la presidió el Presidente pro-tempore del Consejo Ejecutivo, sino que nos dicen también que el señor Del Valle fue quien pasó lista de los Delegados presentes. Nada de eso arredró a aquella Cámara de Delegados. Con elegancia, pero con firmeza, continuó con su quehacer legislativo a favor del país.
Sí, estas son las Actas de la Cámara de Delegados que inician el periodo de la presidencia de don José de Diego y Martínez, nuestro Caballero de la Raza. Las Actas que nos dicen que juntos, unidos, como fue su lema, podemos enfrentar los retos que tenemos como país, cualesquiera que ellos sean.
Mi agradecimiento, y el del país, a la Academia Puertorriqueña de Jurisprudencia y Legislación, a su presidente, profesor Antonio García Padilla, así como a todos sus integrantes, por el rescate histórico de estas Actas.